martes, 24 de junio de 2008

El Tercer Hombre (The Third Man)

El Tercer Hombre (1949)
Viena, año 1947. La antigua ciudad imperial, ahora en plena posguerra, es una urbe medio ruinosa ocupada por las cuatro potencias aliadas. A esta decadente metropolis llega Holly Martins (Joseph Cotten) un escritor norteamericano de novelas de poca monta, requerido por una oferta de trabajo. Martins llega justo a tiempo para asistir al entierro de su amigo de la infancia, Harry Lime (Orson Welles) fallecido en un extraño accidente de tráfico en oscuras circunstancias. Cuando se dispone a abandonar Viena, Holly es informado por el jefe de la policía militar británica acerca de las turbias actividades que mantenía su amigo dentro del mercado negro de venta de medicinas, por lo que Holly decide quedarse en Viena para esclarecer las circunstancias de su fallecimiento. La clave de todo parece tenerla la novia de Harry, (Alida Valli), y un misterioso tercer hombre que presenció la muerte de Harry y cuyo testimonio puede ser crucial para averiguar lo ocurrido.

Hay ocasiones, muy pocas, en las que el talento, la inspiración y el azar parecen conjurarse para alumbrar auténticas Obras Maestras de la creación humana, y cuando esto ocurre, tanto en el cine como en otras artes, el resultado suele plasmarse en obras inmortales. Resulta poco dudoso que “El Tercer Hombre” nació de la extraña conjunción de todos los factores antes mencionados, que se conjugaron para dar lugar a una auténtica obra de arte cinematográfica.

La historia inicial comenzó del modo más insospechado. Un dia, el escritor de novelas policiacas Graham Greene tuvo una pequeña inspiración para una historia, y garrapateó descuidadamente en la solapa de un sobre las palabras que le vinieron a la mente:

Había dado mi último adiós a Harry hacía una semana cuando depositaron su ataúd en la helada tierra de febrero, de manera que no me lo creí cuando le vi pasar por el strand, sin un gesto de reconocimiento, entre una multitud de desconocidos”.

El escritor guardó el sobre y lo olvidó por un tiempo. Poco después, Greene fue llamado por los prestigiosos productores Alexander Korda y David O. Selznick quienes estaba interesados en un nuevo proyecto de cine negro, una historia que debía transcurrir en la Viena ocupada por las cuatro potencias aliadas. Greene recordó entonces el párrafo que habia escrito en el sobre y les comentó a los productores que podría desarrollar esa idea para la película, trasladando la acción a Viena. Se había puesto la primera piedra de “El Tercer Hombre”. A esto siguieron, por supuesto largas discusiones de Greene con el director elegido para encargarse de la película, Carol Reed, para darle forma a la historia, pero los mimbres que iban a dar lugar a esta magistral película estaban listos para ser ensamblados.

Quedaba también la no menos importante cuestión de la elección de los actores, y aunque en princpio los productores hablaron de varios nombres de actores famosos, los problemas de contratación hicieron que se decantaran por otros menos conocidos pero de probada solvencia Joseph Cotten y Alida Valli. Quedaba el papel de Harry Lime, un personaje relativamente secundario, pero que era el eje de la historia. Tras barajar varios nombres, se decidió que Orson Welles era el actor idoneo para el papel, por la personalidad que podría imprimir al personaje de Harry Lime. Pero la contratación de Welles iba a mostrarse una tarea sumamente complicada. El hermano del productor Alexander Korda fue enviado a Italia en busca del actor, quien se encontraba alli trabajando en las representaciones teatrales de su adaptación de la obra de Shakespeare “Otelo”. Localizar a Welles no fue tarea fácil, toda vez que este, quizás enterado de que lo buscaban, se dedicó a trasladarse de un punto a otro de Italia, hasta que finalmente Korda pudo finalmente encontrarlo en Cannes y convencerlo para que participara en la película. Dicen las malas lenguas que cuando Korda se trasladaba junto a Welles en su avión privado hacia los estudios londinenses donde iba a filmase la película, el actor le jugó una muy mala pasada. Al parecer Welles se dedicó a hurgar en la cesta de fruta fresca que el productor se había traido desde Italia, dándole un solo bocado a cada pieza de fruta, de modo que cuando la cesta fue desembarcada, Korda se encontró con que aquello ya era incomible. Cierta o no, lo cierto es que la anécdota refleja a la perfección el carácter de Welles, cuyo personaje iba a convertirse en la auténtica alma mater de la película.

La personalidad arrolladora del genio de “Ciudadano Kane” se hizo patente en cada una de las secuencias que protagonizó, pero el caso es que Welles llegó más alla, llegando a reescribir partes de los diálogos de su personaje. Llegamos asi a una de las escenas magistrales del film, y uno de esos diálogos inmortales de la historia del Cine. Subidos en la noria del Prater Vienes, Holly le recrimina a su cada vez menos apreciado amigo sus manejos en el mercado negro. La respuesta de Lime es lapidaria:

En Italia, en 30 años de dominación de los Borgia hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel Angel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor y fraternidad, 500 años de democracia y paz y… ¿que tenemos? El reloj de cuco.

Pero sería injusto centrar todo el mérito de la película en Welles pasando por alto la vigorosa e inspirada dirección de Carol Reed. Este, entendiendo perfectamente que la historia requería unos matices visuales fuera de lo habitual, filmó unos planos magistrales, mediante el uso de unos desacostumbrados ángulos inclinados y cenitales, que logran que la atmósfera cínica y opresiva de la Viena de la posguerra cobre vida en el celuloide y traspase la pantalla. La memorable escena de la persecución por unas cloacas llenas de sombras o el largo plano secuencia final que pone un perfecto colofón a la historia deberían ser materia obligatoria en las academias de cine modernas, y son un ejemplo perfecto de cómo imprimir dramatismo a una historia sin necesidad de recurrir a artificios innecesarios.

Pese a todo lo anterior, ninguna película puede ser redonda sin un elemento clave: la música. Y en este caso, nuevamente la casualidad (bendita casualidad) conspiró para darle el último toque maestro. El austriaco Antón Karas fue descubierto accidentalmente por Carol Reed cuando tocaba en una taberna de Viena. Reed no tardó en darse cuenta de que el sónido profundo y meláncolico de la cítara de este músico ambulante era precisamente lo que necesitaba para componer la banda sonora de su film. Karas compuso para la ocasión una de esas bandas sonoras inolvidables, que todos hemos tarareado en alguna ocasión, y cuyo sonido se convirtió en complemento perfecto para las imágenes del film.

Y poco más se puede añadir respecto a esta magistral película, que nos va descubriendo una fascinante galería de personajes que luchan por la supervivencia en las entrañas de la semiderruida jungla de asfalto vienesa. Temas como el valor de la amistad, el amor, y la fina (y a menudo difusa) línea que separa lo moral y lo inmoral, se desarrollan con una fluidez envidiable. Harry Lime se erige en paradigma de los tonos grises del carácter humano, donde el egoismo, y el cinismo más descarnado cohabitan con sentimientos tales como la amistad y el amor. En definitiva, “El Tercer Hombre” es una obra maestra atemporal, absolutamente imprescindible para todos los amantes del buen cine.

4 comentarios:

C.C.Buxter dijo...

"El tercer hombre" es una de mis películas favoritas y, además, es una de esas que demuestran la falsedad del tópico según el cual "el libro es siempre mejor". Aquí el libro, aunque escrito también por Graham Greene (parece ser que después de haber escrito el guión), no lo es, aunque aporta algunos detalles interesantes. Por una parte, es más "político" que la película, haciendo hincapié en la división de la ciudad y el enfrentamiento con los soviéticos. Y por otra, añade un dato que permite comprender por qué Alida Valli, que interpreta a la esposa de Welles, cree que "a las personas hay que quererlas por lo que son, no por lo que hacen": en el libro se dice que su padre fue guardia en un campo de concentración nazi (si no recuerdo mal, en Rumanía).

Aunque es una película que trata de muchas cosas, para mí sobre todo es un canto a la amistad: al final, Joseph Cotten demuestra con un gesto trágico su aprecio por Welles, aunque eso va a suponer renunciar al amor. La escena final, en el camino del cementerio, es sencillamente genial.

Excelente película, excelente elección. Será difícil encontrar cien películas de la misma calidad...

Von Kleist dijo...

Buenas CC Buxter

Excelente comentario. Efectivamente, Greene escribió primero el guión, y luego el libro. El apunte que haces sobre el personaje de Alida Valli es bastante interesante, y realmente explica mejor la actitud de este personaje. En cualquier caso, es fascinante el dilema moral que plantea el film acerca de como juzgar a los demás.

Coincido contigo en que el final es magistral. Por lo visto se barajaron otros finales mucho más "felices" pero el director se negó en redondo a aceptarlos, el final tenía que ser, logícamente trágico. La imagen de Aida Valli alejándose por la avenida del cementerio es uno de esos iconos del 7º arte.

Saludos

Major Reisman dijo...

Buenas

Estupendo comentario. Solo decir que aunque mi diálogo favorito de la película también está en la Noria del Prater, es otro distinto al de la famosa frase que apuntas:

¿Las victimas? No seas melodramático. Mira ahí abajo y dime. ¿Sentirías alguna lástima si alguno de esos puntitos se detiene para siempre?. Si te ofrezco 20.000 libras por cada puntito que se para, ¿me dirías que me guarde mi dinero o pensarías cuantos puntitos podrías parar? Libres de impuestos, amigo, libres de impuestos. La única forma de ahorrar algo en estos días


Un saludo

Von Kleist dijo...

Hola Reisman, encantado de verte nuevamente por aqui.

Ciertamente, ese diálogo que reseñas es bastante notable y refleja perfectamente el calado moral del personaje de Lime. Fue un grán mérito que Orson Welles (y todo parece indicar su autoria de esos diálogos) enriqueciera su personaje con unas frases tan brillantes. Toda la escena de la noria es para enmarcarla, sin duda.

Saludos